Tener sentido del humor es un bien intangible en alza, muy valorado socialmente y un recurso saludable eficaz.
Diversos estudios muestran lo que la intuición olfatea sin dudar: las emociones positivas, el optimismo e incluso el buen humor permiten pararse mejor ante la vida, sobrellevar el estrés, vivir más años, sufrir menos infartos y fluir en las relaciones con los otros.
El estado emocional influye “en la aparición de enfermedades, en su mantenimiento, evolución y pronóstico y en el resultado del tratamiento”, afirma Jorge Genesir, experto en diabetes.
En la actualidad, se discute sobre los supuestos beneficios de un optimismo forzado, de provocar risa cuando el sentido común diría que no hay motivos que causen gracia.
No obstante, “el buen humor ayuda a ser optimista sin una postura ilusa de soluciones mágicas”, aclara Pablo Cólica, especialista en Psicoinmunoendocrinología y Medicina del Estrés. “Logra un estado emocional –agrega el profesional– que, partiendo de la visión realista de las dificultades, contribuye a encontrar aspectos positivos de la vida, aun cuando se padece una enfermedad”.
Las corrientes de psicología y salud positivas no aligeran la existencia sosteniendo que esto sea fácil ni que la solución esté en smile o en tener “buena onda”. Al contrario, comprenden la salud y el bienestar como una construcción sobre la que hay que trabajar para fortalecer todos aquellos aspectos psicológicos, biológicos y sociales que conectan a los seres humanos con un andar que, en cada paso, se sostiene sobre recursos saludables. Entre ellos, la capacidad de reír, de soñar y de pensar positivamente.
El investigador pionero en esta área de la Universidad de Pensilvania, Martin Seligman y su equipo, trabajan para identificar recursos saludables y estrategias –potentes y de bajo costo– que puedan contribuir a mejorar el bienestar y resguardar de enfermedades físicas y mentales. Inclusive, frente a una enfermedad, el objetivo es que con el desarrollo de ciertas fortalezas, su transcurso y pronóstico sean mejores.
El humor es un recurso saludable y como tal “es necesario potenciarlo en las personas para desarrollarlo en determinadas situaciones y contextos, porque bien usado puede ser muy sanador”, dice el psicólogo Gastón Auguste.
Estilo “Cacho”. La pregunta sería: “¿Uno puede tener buen humor y reírse en cualquier circunstancia?”.
“Si el humor y la risa se ligan a conductas evasivas, dejan de ser saludables”, afirma Auguste. En cambio, si permiten procesar la adversidad, con optimismo realista, las personas atraviesan las dificultades con más ánimo y tranquilidad.
“Tengo los hombros rotos y ya me operaron de uno. Cuando me parecía que iba a perder un brazo, pensé: ‘Por suerte tengo otro y encima soy zurdo y funciona’”, cuenta Cacho Buenaventura, quien además de llevar el buen humor en los genes y convertirlo en su profesión, admite que fue “bendecido” desde su apellido.
Con varias entradas al quirófano y reiterados ingresos en hospitales por sus pancreatitis, describe así su postura ante la vida: “Nuestra cabeza es muy compleja, pero no dejo que me mate el bajón, sino que me fortalezca”.
Si bien el buen humor y la risa están emparentados, el primero involucra elementos cognitivos que hacen que determinados estímulos causen gracia a unas personas y no a otras. Lo cognitivo interviene junto a rasgos de personalidad y al contexto en el que uno se encuentra.
El buen humor, como aspecto general, se diferencia, también, del sentido del humor. En este caso, se trata de una característica personal, bastante duradera y estable, de un estilo de reflexión diferente, aun en situaciones complicadas.
“Yo me río constantemente y lo uso como mecanismo de defensa siempre ante la adversidad”, dice Cacho Buenaventura.
“Como paciente –relata–, siempre soy optimista; en el quirófano, trato de relajarme, respiro y así intento ayudar a los médicos en la parte que me toca. Eso facilita las cosas para que ellos hagan su trabajo”. Y aclara: “Cuando me tienen que operar o realizar algún tratamiento, necesito saber qué me van a hacer, si van a aplicar el serrucho, cuántos puntos, qué me van a cortar
y, por supuesto, es fundamental tener confianza en los médicos”.
Hormonas placenteras. La risa y su versión estentórea, la carcajada, son reacciones psicofisiológicas a estímulos graciosos. Tienen rasgos específicos, tales como expresión facial y movimientos corporales característicos, y sonidos repetitivos.
Precisamente porque reírse implica poner en movimiento músculos y reacciones químicas en el organismo, se le reconocen varios beneficios emocionales y físicos, fundamentalmente si la risa es espontánea.
“En la risa, la movilización de los músculos de la cara y el cuello –que son muchos– provoca la liberación de endorfinas, serotonina, oxitocina y sustancias antiinflamatorias que, al actuar en el cerebro, contribuyen a sentir bienestar”, explica Cólica.
“La mayor circulación arterial hace que el diafragma y los músculos abdominales trabajen, a la vez, se incrementa el ritmo cardiaco y se elimina aire residual de los pulmones, disminuyen los niveles de adrenalina y mejora el sistema inmunológico”, enumera.
“Últimamente se descubrió –agrega– que la risa también estimula la producción de anandamida, que en sánscrito significa ‘portador de paz y de felicidad interna’, y sus efectos son analgésicos y de relajación de las arterias, por lo que es un eficaz antihipertensivo”.
Sobre el estrés y las sensaciones de sentirse desbordado por factores externos o internos, el humor puede funcionar como moderador al aportar una nueva perspectiva sobre la situación. Esto no implica que uno pase a dominar el escenario, pero, al menos, lo transita con más “oxígeno” hasta que pase el temporal.
FUENTE: http://www.lavoz.com.ar/suplementos/salud/humor-como-companero-vida